lunes, 18 de mayo de 2009

ADIOS AL COLOMBIANO











La salida de Javier Darío Restrepo de El Colombiano
Enviado por administrador el Vie, 05/15/2009 - 14:35.

Por Javier Darío Restrepo
Despedido de El Colombiano "por reorganización de nuestras páginas de opinión", no puedo salir por la puerta de atrás y en silencio. Mi deber es agradecer en primer lugar a los lectores que fueron estímulo y razón de ser de esta columna con sus asentimientos y disentimientos, con sus propuestas y sus comentarios. Después de 17 años los echaré de menos.
También debo agradecimiento a las directivas del periódico que me brindaron su hospitalidad durante todo este tiempo en que pusieron a prueba su tolerancia y su paciencia.
Estas directivas, los lectores y yo, sabemos que es un derecho del periódico escoger su nómina de columnistas y que después de tantos años de ocupar el mismo espacio puede suceder, o que el inquilino llegue a ser de la casa, y hablar, pensar y actuar como los de casa. O que resulte un huésped incómodo, de esos cuya salida se contempla periódicamente. Fue mi caso y por eso veo innecesaria la mentira piadosa y protocolaria de "la reorganización de nuestras páginas". Todos sabemos que mi visión de los hechos políticos no fue la de casa y por eso se suspende esta columna.

Debía esta explicación a los lectores y al periódico; pero esta puerta cerrada no merma mi agradecimiento ni mi afecto.
tomado del rincón del periodista independiente se los recomiendo



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Esta es otra prueba de lo que muchos no quieren ver o ya vieron pero temen decirlo por miedo a reconocer que se equivocaron, Colombia no solo es un país que sufre los estragos del terrorismo, pobreza y desastres naturales ahora también sufre los estragos de la censura y el juego de poderes de la información. Una opinión de vital importancia para el manejo de un país que muchos no oímos o simplemente no queremos oír y que en poco tiempo a si lo deseemos no la vamos a poder encontrar, pues los pocos periodistas que se revelan ante el gobiernos son callados de inmediato para que no juzguen los errores que se comenten y que se tapan con la facilidad escabrosa.
Mucho se critica a gobiernos vecinos por violar el derecho a la libre expresión y la oportunidad de estar informados, será que simplemente estamos viendo la paja en el país vecino y no la viga que nos aplasta en el nuestro, miremos un poco más de cerca los escándalos por sierres de canales completos son gritos desesperados desde un barco que ya se hundió, el despido de Javier Darío Restrepo son pequeños murmullos de un barco que se agujera cada día un poco más.
Ahora me surge la pregunta ¿será que el tapabocas es para los periodistas de la oposición o para los enfermos de virus AH1N1?

si quieren saber se su vida ingresen a este enlace:
http://www.simbolosdelibertad.com/2001/10/08/javier-dario-restrepo-maestro-de-etica/

LA INTERNET


Todo en este mundo tiene que tener su comienzo, las carreteras comienzan en un punto y las casas poseen sus simientos para comenzar su camino al cielo, así nace de la forma mas sencilla ante los ojos de los que no saben como se hace la Internet no fue diferente

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su creación fue igual a la de mucho de los inventos de la tierra ese motivo que hace al mundo girar, la inquietud es el motor creador de lo que hoy tenemos esta ventana que no solo nos muestra la realidad nos conecta a ella. bien se dice que sin una sola persona que haga la diferencia el resto de la humanidad no se daria cuenta lo común que es, y no se interesaria por conocer mas allá de lo que se tiene.
Algunos dicen que la competencia en ocaciones es mala concejera y que se puede llegar a dañar a mucha gente, pero son muchas las cosa que surgen del afán de ganar.
¿sera que todo se vale por ganar? es siempre bién sabido que muchos se asustan cuando ven que les van a quitar el poder y que acabar con el enemigo es la solución sera que cada invento de la humanidad solo quiere destruir a su creador.

lunes, 4 de mayo de 2009

Un pánico más allá


La pandemia del miedo
Yolanda Reyes


"A 180 el tapabocas, dos por 300; a 5.000 los paraguas y, por la compra del combo, lleve Kleenex gratis", vocea un vendedor. "Disminuya el contacto con personas que tengan enfermedad respiratoria", leo en un papel por la calle, mientras pienso en un ser querido que tuvo neumonía y necesitó mis abrazos. "No dar la mano a personas con el virus": ¿qué significa exactamente? Si un enfermo me pide que le dé una mano, como suele decirse, ¿debo ofrecerle mi codo, o quitar la otra mejilla, o llamar al 123? Conserve su distancia: manténgase a 1 metro con 80 del prójimo y absténgase de los besos; mejor salude con venia. Ojo con los niños, especialmente si hay más de dos juntos: por algo los llaman mocosos. Mocosos, babosos, ¿leprosos? ¿En dónde trazar esa línea que separa la prevención de la paranoia, la salud de la enfermedad, la asepsia de la compasión?


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El problema es que ahora nadie puede saberlo y nadie se lo dirá a ciencia cierta. El problema es que la ciencia está a la expectativa, viviendo del día a día, sin saber qué tan leve o grave será, como sucede cuando la humanidad tropieza con "esos imprevistos" que socavan sus certezas. Que antes se llamara peste y se interpretara como castigo divino a la arrogancia del hombre y ahora se llame virus es apenas un detalle. Si hace unas décadas oímos mencionar "sida" en una comunidad de haitianos, ahora una gripa -en apariencia, la más común y corriente de las enfermedades- nos ha convertido a todos en población vulnerable y sospechosa. Rebautizada con la nomenclatura neutra de AH1N1, para no afectar más ventas porcinas ni estigmatizar nacionalidades, la última peste humana se contagia a través del aire, por la tos o el estornudo, o por contacto directo. Ya no basta la abstinencia, salvo abstenerse de gente, ni hay moral que nos ampare. Y pasarán unos meses hasta tener la vacuna.
Lo que perturba más que la misma gripa es esta pandemia del miedo que ha disparado la amenaza de enfermar o de morir a límites insospechados y parece resquebrajar también las relaciones humanas. Aunque las probabilidades de muerte, no solo a causa de gripa sino a causa de estar vivos, sean del ciento por ciento y hasta ahora no haya evidencia estadística diferente en ningún lugar del mundo, el viejo miedo a la muerte, que parecía confinado al silencio del hospital y a nuestras habitaciones privadas, ha saltado como otro virus para revelarnos una radiografía inquietante del mundo contemporáneo. "Temerosos de ser tomados por sorpresa, planificamos nuestra paternidad... y los funerales de nuestros padres, convencidos de que podemos pre-sentir los sentimientos", releo en El enterrador, un libro sobre la vida y la muerte, escrito por el poeta y empresario de pompas fúnebres Thomas Lynch. En este mundo tecnificado, dice Lynch, creemos que "todo funciona mejor, incluso la gente". Eso que él llama "la religión del bienestar", y que nos ordena ser felices y exitosos, hacer ejercicio, controlar calorías y velar por nuestra autoestima, nos ha vuelto incapaces para lidiar con el sufrimiento, con la imperfección y con el dolor, inherentes a nuestra condición humana.
Sin embargo, de repente, un ¡atchís! interrumpe el eficaz funcionamiento de la maquinaria y, además de estar en quiebra, el mundo amanece enfermo. Y la señal más preocupante de su enfermedad es que la avalancha de noticias acerca del virus contrasta con la carencia de noticias sobre las personas que lo padecen ¿Quién las cuida, en dónde están, cómo las acompañamos? Además de las estadísticas, ¿podrían decirnos sus nombres?
"Mente sana en cuerpo sano", recuerdo una máxima de mi infancia, mientras juego con los niños del jardín donde trabajo. Pese a que les hemos contado, en un lenguaje sencillo, cómo debemos cuidarnos, a veces se les olvida. Uno me ofrece un maní; otra me llena de besos y otro chiquitín llora. ¿Debo arrullarlo en mis brazos o, simplemente, lanzarle un pañuelo desechable, a una prudente distancia? ¿Cuál es la justa distancia entre cuidar y querer? ¿Qué dice la OMS al respecto? ¿De qué vale salvar cuerpos, si perdemos la capacidad de ver lo que circula por dentro, y sentir junto a los otros?





$ Detrás de esta crisis de salud hay más que muertos y pánico, como lo dice claro la columnista se ve la caída económica la excesiva venta de tapabocas y guantes y aun peor la venta de la idea de alejarnos de todos de no saludar, de no ayudar; mataron animales que con solo el nombre de su ser acabaron con las relaciones del mundo, será que ha llegado el momento de convertir en realidad la película "ultra violeta" que nos muestra un mundo en donde el rostro de nuestro vecino es un trapo amarado donde limpiar hasta el aire que respiramos es primordial y las muestras de afecto son tan peligrosas como una bala de cañón.